En estos tiempos de confinamiento vemos muchas noticias de divorcios y distanciamientos entre parejas que merecen ser puestas en relieve.
Ya sabemos que la convivencia hace aflorar nuestra forma mas genuina de ser que a menudo suele chocar con la de la persona con la que compartimos espacios y tiempo.
Pasar mucho tiempo cerca de las personas que amamos deshace todas las idealizaciones románticas que podemos tener respecto al otro. Esto puede ser una forma preciosa de crecimiento personal y de la pareja pero a veces puede convertirse también en un infierno.

La relación de pareja es de otro nivel, el de dos individuos completos que no se necesitan, no son niños, sino que se aman y apoyan aunque vean las sombras el uno del otro.
Nos cuesta aceptar que el otro refleja lo que no nos gusta de nosotros mismos y esos aspectos negados en uno surgen proyectados en el otro.
La convivencia es una oportunidad de aceptarnos y vernos y de abrir nuestro corazón al otro.
Lejos de las ideas de sacrificio que a menudo llevamos inscritas en nuestra cultura, el ver al otro y entregarse con aceptación y bondad nos hace crecer en paciencia y tolerancia, valores un poco escasos en la sociedad en la que vivimos.

La convivencia nos abre totalmente la puerta a la realidad de la relación, sin idealizaciones ni ilusiones y nos da las mejores herramientas para ser mejores personas.
El otro no está aquí para ser como nosotros queremos sino que está para acompañarnos en nuestro crecimiento y quizá gracias al confinamiento podamos ver la verdadera realidad de la relación.
